Sábado 6 de octubre de 2007. 14:30 horas. World Trade Center de la Ciudad de México. Mi madre y yo estamos en el vestíbulo hablando de mi boda. Ante nuestros ojos desfilan novios que se dirigen a la taquilla para comprar su boleto de entrada. ¡Cuántas parejas van a contraer matrimonio! Después de unos minutos de descanso por lo acaloradas que llegamos, mi madre y yo nos formamos para comprar nuestro boleto. A va a llegar más tarde. Al pagar, nos entregan una bolsa con un folleto que muestra la distribución del lugar. Hay muchas cosas, no sé si alcanzaremos a ver todo, pero no me presiono, yo vine a buscar banqueteros, es lo urgente.
Empezamos a perdernos entre los pasillos. Conforme caminamos, rostros nos salen al paso para inundarnos de folletos, globos, tarjetas, muestras, etc, etc. A veces me piden mis datos, unos me dan pases para ir a degustaciones, otros ofrecen descuentos. En eso, mi teléfono celular suena, es A, quien dice ya estar manejando sobre Viaducto. Quince minutos después llega, salgo a su encuentro y vuelvo a entrar como si fuera la primera vez. Son las 16:30 hrs.
Más personas llegan al caer la tarde. Mientras A y yo buscamos a mi madre, cruzamos por el área de los vestidos de novia. Me entregan unas tarjetas para que ponga mis datos y si tengo suerte, me ganaré el vestido de mis sueños. Desúés. pasamos en frente de un grupo de violines y justo al lado está el objeto que más atrajo mi atención.
Una chica extiende su mano que, con un toque suave, me entrega un folleto que tiene los costos, tamaños y precios de las fuentes de chocolate. Tienen fresas para que las probemos. Tomo mi brocheta y justo en ese momento, mis ojos se posan en una fuente de color rojo. Me llama mucho la atención y no resisto las ganas de preguntar qué es. Al acercarme, mis ojos ven en la mesa que rodea la fuente unos platos con chicharrones, jícamas, pepinos, zanahorias, palomitas, etc. La chica me dice que es una fuente de chamoy. No puedo resistir la tentación y baño un chicharroncito. ¡Delicioso! Mi mente piensa que es una de las cosas más geniales que la mercadotecnia haya podido inventar. A y mi madre me ven con sorpresa y algo de desagrado. Piensan cómo es que me gusta comer porquerías. Los veo y les digo: "Quiero mi fuente de chamoy, quiero mi fuente de chamoy". Me tiran de a loca. A me toma gentilmente de la mano y sugiere ir a ver la pasarela, la cual está por empezar.
Entre gritos, exclamaciones, susurros, música en vivo, pisotones y sonrisas de aprobación y desaprobación, nos dieron las 9 de la noche. Salimos cansados, hambrientos, pero contentos de ir dando forma a nuestros planes. Cuando A me pregunta qué es lo que más me gustó, digo: La fuente de chamoy.
Empezamos a perdernos entre los pasillos. Conforme caminamos, rostros nos salen al paso para inundarnos de folletos, globos, tarjetas, muestras, etc, etc. A veces me piden mis datos, unos me dan pases para ir a degustaciones, otros ofrecen descuentos. En eso, mi teléfono celular suena, es A, quien dice ya estar manejando sobre Viaducto. Quince minutos después llega, salgo a su encuentro y vuelvo a entrar como si fuera la primera vez. Son las 16:30 hrs.
Más personas llegan al caer la tarde. Mientras A y yo buscamos a mi madre, cruzamos por el área de los vestidos de novia. Me entregan unas tarjetas para que ponga mis datos y si tengo suerte, me ganaré el vestido de mis sueños. Desúés. pasamos en frente de un grupo de violines y justo al lado está el objeto que más atrajo mi atención.
Una chica extiende su mano que, con un toque suave, me entrega un folleto que tiene los costos, tamaños y precios de las fuentes de chocolate. Tienen fresas para que las probemos. Tomo mi brocheta y justo en ese momento, mis ojos se posan en una fuente de color rojo. Me llama mucho la atención y no resisto las ganas de preguntar qué es. Al acercarme, mis ojos ven en la mesa que rodea la fuente unos platos con chicharrones, jícamas, pepinos, zanahorias, palomitas, etc. La chica me dice que es una fuente de chamoy. No puedo resistir la tentación y baño un chicharroncito. ¡Delicioso! Mi mente piensa que es una de las cosas más geniales que la mercadotecnia haya podido inventar. A y mi madre me ven con sorpresa y algo de desagrado. Piensan cómo es que me gusta comer porquerías. Los veo y les digo: "Quiero mi fuente de chamoy, quiero mi fuente de chamoy". Me tiran de a loca. A me toma gentilmente de la mano y sugiere ir a ver la pasarela, la cual está por empezar.
Entre gritos, exclamaciones, susurros, música en vivo, pisotones y sonrisas de aprobación y desaprobación, nos dieron las 9 de la noche. Salimos cansados, hambrientos, pero contentos de ir dando forma a nuestros planes. Cuando A me pregunta qué es lo que más me gustó, digo: La fuente de chamoy.
2 comentarios:
Noooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!! Chamoy noooooooooooooooooo!!!!!!! Y pusiste la foto! Ay, no puedo creerlo!
Siiiiiiiiiiii, chamoy, chamoy, chamoy, chamoy...
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