22 enero 2009

Prioridades




Empiezo el día recordando cómo era la vida con mi padre. Él siempre fue un hombre muy apegado a su familia. Siempre quería ir a todas partes con nosotras (madre e hija) y no le importaba estar esperando por horas. A veces, lo confieso, me enojaba mucho que no pensara en él. Hoy que cumple tres años de vivir en el cielo.

Lo recuerdo en el metro aguardando mi llegada del trabajo (sin importar la hora o condiciones climáticas). Cuando empezaba a subir las escaleras, su rostro dibujaba una sonrisa, en seguida ondeaba su brazo para saludarme y cuando llegaba hasta arriba, extendía su mano para ayudarme con mis cosas. Al llegar a la casa, preparaba mi merienda. Estos detalles se volvieron cotidianos, pero nunca perdieron su espontaneidad.

Ahora que estoy casada, en automático adquirí la conducta heredada de mi padre de pasar todo el tiempo posible con mi esposo y mi madre. Y aunque no soy mucho de estar en casa, sí busco pasar todo el tiempo que pueda con ellos. No sé en qué momento, el "primero yo" se convirtió en una conducta compartida. Ahora vivo para ellos y para mi, ahora ellos son mi prioridad. Porque, ¿para qué quiere uno una familia si no la va a aprovechar?

4 comentarios:

Lymeth dijo...

Tu padre suena como un gran hombre. Mucha suerte en esta nueva etapa de tu vida y Felicidades.

Gabo dijo...

Muchas gracias por tus palabras y gracias por la visita.

Anónimo dijo...

Mendi. Un abrazo, Gaby.

Gabo dijo...

Gracias Mendi. Te quiero!