03 septiembre 2006

Esther

Hasta hace un tiempo, los domingos "posteaba" mi versículo bíblico semanal sin poner nada más, hasta que la pausa inútil me sugirió que incluyera algunas de las enseñanzas que aprendía. Atenta a esta sugerencia, quiero compartir lo que he encontrado del libro bíblico que estoy leyendo en este momento: Esther.

Cap. 1:1-5
(1) Y aconteció en los días de Assuero, (el Assuero que reinó desde la India hasta la Etiopía sobre ciento veinte y siete provincias,) (2) Que en aquellos días, asentado que fué el rey Assuero en la silla de su reino, la cual estaba en Susán capital del reino, (3) En el tercer año de su reinado hizo banquete a todos sus príncipes y siervos, teniendo delante de él la fuerza de Persia y Media, gobernadores y príncipes de provincias, (4) Para mostrar él las riquezas de la gloria de su reino, y el lustre de la magnificencia de su poder, por muchos días, ciento y ochenta días. (5) Y cumplidos estos días, hizo el rey banquete por siete días en el patio del huerto del palacio real a todo el pueblo, desde el mayor hasta el menor que se halló en Susán capital del reino.

Desde mi punto de vista, hay dos características que destacan de la personalidad del rey Assuero: ellas son la soberbia y la vanidad.

Humanamente hablando, las conductas soberbias y vanidosas de una persona se basan la mayor parte de las veces en los logros que ha alcanzado. En este caso, el rey Assuero, monarca del vasto imperio Persa y amo del mundo de ese entonces, fue presa fácil de la soberbia y la vanidad en los primeros años de su reinado (versículo 3) al hacer un banquete de proporciones inimaginables con el fin de dar a conocer su supremacía. El mensaje fue directo tanto para sus aliados como para sus posibles enemigos: Soy la persona más poderosa del mundo y contra mí nadie puede.

Sin embargo, los seres humanos no necesitamos llegar a ser reyes o presidentes de un pueblo para sentirnos superiores a los demás. Todos podemos en algún momento proclamarnos los reyes de nuestro mundo sin pensar que Dios, como sumo creador de todas las cosas, da y quita posesiones, principados y reinos, que Él retribuye y reparte conforme a su voluntad y que Él da gracia a los humildes y resiste a los soberbios.

1 comentario:

La pausa inútil dijo...

bien, gracias.